No. Esto no existe oficialmente. Es una actividad realizada
informalmente gracias al malévolo auspicio de las confiterías que abundan en
las vías de Gran Buenos Aires (o más, bien, de Palermo, mi zona). Son unos
antros de perdición donde te venden los alfajores individuales a precio al por
mayor. No se puede vivir así. No se puede vivir sabiendo que hay gente que
comete semejantes delitos. ¿Venderme alfajores a mí, una adicta? Deberían
saberlo, debería portar una identificación; que me descalifique la sociedad,
que la gente abra paso cuando me vea pasar en la acera, que se cruce a la de
enfrente.
Esta actividad es auspiciada por la mafia de Terrabusi,
Jorgito, Aires de Luján… Milka. Por Dios, Milka, yo me esperaba más de ti.
Hacer chocolates, vaya y pase. ¿Pero meterte a hacer alfajores? ¿No te da
vergüenza? Y esa variedacita con oreo. Más vergüenza. Shame on both your
families!
Pero... toda esa vida se acabó. Y hace ya un buen rato, quedó en el pasado. Ahora entreno
para los 21k de Buenos Aires (sí, Claro también me auspicia) y la vida de lujuria (es que no es gula, es lujuria). Yo le dije al
entrenador que me quite todo en el plan alimenticio. TODO. Leyeron bien. Lo que no se terminó fue Buenos Aires: c’est
encore à couper le souffle. Recién empezó.