19 de mayo
Es uno de esos sábados en que he
decidido quedarme en casa para trabajar y leer –más que una decisión es porque
no tengo un peso partido en la mitad, pero siempre quedar mejor decir que una
decide en ese tipo de circunstancias, ¿no?–, son las 2am y me espera el ritual
de siempre.
Sí, claro, ese de todos los fines de semana
en que el edificio escucha expectante “EL RITUAL LOS VECINOS”.
Son los vecinos del apartamento de
arriba, así que yo soy
la espectadora de la primera
fila.
Cambian de lugares, se turnan para
gemir, rompen cosas,
se nota que se la pasan bien:
estoy muy contenta por ellos.
Pero no es solo de los fines de semana,
mis vecinos lo celebran por todo lo alto, entre las 2 y las 5 de la MADRUGADA
entre jueves y domingo. Seguramente es el único momento del día que tienen para
eso, o es que son realmente exhibicionistas. Yo me voy por el primer
argumento,
razón por la cual lo reitero:
estoy muy contenta por ellos.
Cumplen con uno de los requisitos que
mantienen felices y unidas a las parejas (si me lo preguntaran, diría que
representa el 75% de la felicidad colectiva),
así que
Amo a mis vecinos.
20 de mayo
Hoy –esta vez sí por decisión – debía levantarme temprano para terminar un trabajo, como
ocurre cada dos semanas, pero no pude, dormí 3 horas, así que decidí que debía
hablar con mis vecinos. Sentía que debíamos negociar una tregua o algo por el
estilo.
Voy por las escaleras con mi sonrisa de
siempre y toco el timbre.
Se acerca ella a la puerta.
No tiene la cara de felicidad con la
que la imagino
entre las 2 y las 5 de la MADRUGADA,
pero sigue siendo ella.
Voy a verla porque quiero felicitarla
–espero encontrármelo a él también, para que sea partícipe de la felicitación
por la performance que atrae multitudes–
y se lo digo:
«Mira, espero que no te moleste lo que
te voy a decir.
Soy tu vecina de abajo y… me alegra
muchísimo que tengan una vida sexual
tan activa, estoy segura de que son una
pareja muy unida gracias a eso.
Pero… necesito pedirles que, por favor,
no sean tan ruidosos… o, si fuera posible para ustedes adelantar el ritual (en
este punto comienzo a ponerme nerviosa, de lo ridículo que es lo que estoy
haciendo)… pero solo si es posible, no quisiera que se sintieran inhibidos
porque los escucho. No es que quiera hacerlo, es muy divertido, pero es que
necesito dormir.
Te felicito, espero que puedas
felicitar a tu novio también por mí porque algún día quiero tener esa vida tan
divertida y formar una pareja así. Tal vez y hasta pueda venir a pedirles
consejos».
Ella se ríe, por supuesto. La risa es
una de las reacciones que más me gustan.
La ansío.
Ella piensa por unos segundos en qué
responder, pero, en su lugar, no se dirige a mí, sino al otro:
«Che, Martín, creo que encontramos a la
tercera»
Se oye la voz de él, pero no se acerca
a la puerta (durante el intercambio de estas dos frases nunca me invitó a
pasar, tampoco es que lo estaba esperando, pero, por dios, te estoy felicitando
y en muy buena onda, podrías hacerlo por una casi fan, ¿no?).
Martín le responde:
«Preguntále a ver si se anima»
No hubo una cuarta frase. No la hubo.
Yo regresé corriendo a mi casa.
¿Se estaban burlando de mí y de mi
soltería?
Odio a mis vecinos.