diumenge, 20 de maig del 2012

Mis vecinos y yo


19 de mayo

Es uno de esos sábados en que he decidido quedarme en casa para trabajar y leer –más que una decisión es porque no tengo un peso partido en la mitad, pero siempre quedar mejor decir que una decide en ese tipo de circunstancias, ¿no?–, son las 2am y me espera el ritual de siempre.
Sí, claro, ese de todos los fines de semana en que el edificio escucha expectante “EL RITUAL LOS VECINOS”.
Son los vecinos del apartamento de arriba, así que yo soy
la espectadora de la primera fila.
Cambian de lugares, se turnan para gemir, rompen cosas,
se nota que se la pasan bien:
estoy muy contenta por ellos.
Pero no es solo de los fines de semana, mis vecinos lo celebran por todo lo alto, entre las 2 y las 5 de la MADRUGADA entre jueves y domingo. Seguramente es el único momento del día que tienen para eso, o es que son realmente exhibicionistas. Yo me voy por el primer argumento,
razón por la cual lo reitero:
estoy muy contenta por ellos.
Cumplen con uno de los requisitos que mantienen felices y unidas a las parejas (si me lo preguntaran, diría que representa el 75% de la felicidad colectiva),
así que

Amo a mis vecinos.

20 de mayo

Hoy –esta vez sí por decisión –  debía levantarme temprano para terminar un trabajo, como ocurre cada dos semanas, pero no pude, dormí 3 horas, así que decidí que debía hablar con mis vecinos. Sentía que debíamos negociar una tregua o algo por el estilo.
Voy por las escaleras con mi sonrisa de siempre y toco el timbre.
Se acerca ella a la puerta.
No tiene la cara de felicidad con la que la imagino
entre las 2 y las 5 de la  MADRUGADA,
pero sigue siendo ella.
Voy a verla porque quiero felicitarla –espero encontrármelo a él también, para que sea partícipe de la felicitación por la performance que atrae multitudes– 
y se lo digo:

«Mira, espero que no te moleste lo que te voy a decir.
Soy tu vecina de abajo y… me alegra muchísimo que tengan una vida sexual
tan activa, estoy segura de que son una pareja muy unida gracias a eso.
Pero… necesito pedirles que, por favor, no sean tan ruidosos… o, si fuera posible para ustedes adelantar el ritual (en este punto comienzo a ponerme nerviosa, de lo ridículo que es lo que estoy haciendo)… pero solo si es posible, no quisiera que se sintieran inhibidos porque los escucho. No es que quiera hacerlo, es muy divertido, pero es que necesito dormir.
Te felicito, espero que puedas felicitar a tu novio también por mí porque algún día quiero tener esa vida tan divertida y formar una pareja así. Tal vez y hasta pueda venir a pedirles consejos».

Ella se ríe, por supuesto. La risa es una de las reacciones que más me gustan.
La ansío.
Ella piensa por unos segundos en qué responder, pero, en su lugar, no se dirige a mí, sino al otro:

«Che, Martín, creo que encontramos a la tercera»

Se oye la voz de él, pero no se acerca a la puerta (durante el intercambio de estas dos frases nunca me invitó a pasar, tampoco es que lo estaba esperando, pero, por dios, te estoy felicitando y en muy buena onda, podrías hacerlo por una casi fan, ¿no?).

Martín le responde:
«Preguntále a ver si se anima»

No hubo una cuarta frase. No la hubo. Yo regresé corriendo a mi casa.
¿Se estaban burlando de mí y de mi soltería?

Odio a mis vecinos. 


divendres, 11 de maig del 2012

En Buenos Aires, las consecuencias no se sufren, se gozan

Llegué inerme. Sigo inerme. 
No puedo resistirme a tus encantos, no puedo quitarte los ojos de encima. Me doy la vuelta y estás tú; estás en todas partes. 

Pero no quiero escaparme. Quiero este caos. 


Quiero apretujones en el subte, quiero que mi línea preferida (la 152) se vaya a huelga y que en Palermo nos vengamos todos abajo. Sí, porque así me veré forzada a caminar y disfrutaré de la vista de una mañana de semana y le diré a todo el que deba caminar conmigo "buenos días" y me devolverá una mirada de "desaptada social, tu cara debería ser suicida". 
Quiero un café en cada esquina: una lágrima, un cortado, un solo, un americano. En jarrito, si es tan amable. 
Quiero una medialuna y, cuando me sienta osada, un carlitos.
Quiero fernet de jueves a domingo (Branca, por favor); quiero vino siempre que el presupuesto lo permita y cuando no, acudiré a los chinos. Quiero cenar a las 23h y tomar mate en el parque con mi termo bajo el brazo.
No quiero luz de velas, quiero fuegos artificiales. No quiero una fiesta, quiero un bacanal. No quiero felicidad, quiero euforia. No quiero amor, NO, yo quiero PASIÓN. 

Quiero todo esto. Lo quiero todo en mi vida. 


Quiero adueñarme de las calles. No lo entienden: es que estoy enamorada de Buenos Aires.

dilluns, 30 d’abril del 2012

Cata de alfajores


No. Esto no existe oficialmente. Es una actividad realizada informalmente gracias al malévolo auspicio de las confiterías que abundan en las vías de Gran Buenos Aires (o más, bien, de Palermo, mi zona). Son unos antros de perdición donde te venden los alfajores individuales a precio al por mayor. No se puede vivir así. No se puede vivir sabiendo que hay gente que comete semejantes delitos. ¿Venderme alfajores a mí, una adicta? Deberían saberlo, debería portar una identificación; que me descalifique la sociedad, que la gente abra paso cuando me vea pasar en la acera, que se cruce a la de enfrente.

Esta actividad es auspiciada por la mafia de Terrabusi, Jorgito, Aires de Luján… Milka. Por Dios, Milka, yo me esperaba más de ti. Hacer chocolates, vaya y pase. ¿Pero meterte a hacer alfajores? ¿No te da vergüenza? Y esa variedacita con oreo. Más vergüenza. Shame on both your families!

Pero... toda esa vida se acabó. Y hace ya un buen rato, quedó en el pasado. Ahora entreno para los 21k de Buenos Aires (sí, Claro también me auspicia) y la vida de lujuria (es que no es gula, es lujuria). Yo le dije al entrenador que me quite todo en el plan alimenticio. TODO. Leyeron bien. Lo que no se terminó fue Buenos Aires: c’est encore à couper le souffle. Recién empezó.